Han sido trece días durante los cuales he podido disfrutar mucho tiempo de mi familia, del entorno, de la gastronomia y por supuesto de sus vinos.
Salimos de camino el día 3 a la una de la tarde, nada mas hacerle el carnet de identidad a Sara.
Teníamos aproximadamente seis horitas para llegar a nuestra cita con los montadores de los muebles, por este motivo lo hicimos casi sin descanso.
A las seis llegamos a Viveiro, solo nos faltaban unos kilometros para llegar. Atravesar este pueblo nos llevo un buen rato, ya que es bastante grande, hay mucho tráfico y encima estaban en fiestas.
Antes hubo que limpiar un poquito, tanto el piso como los nuevos muebles.
Pero después de esto empezaron la deseadas vacaciones.
Estos días me he puesto morado de: nécoras, centollos, percebes, bogavante, mejillones y de pulpo.
También he disfrutado de todos los vinos de la zona tanto en blancos como en tintos.
Uno de los que más me gusta de por aqui es el Mencia (vino tinto), aunque sus vinos blancos también me encantan, tanto el Ribeiro, como el Albariño o el denominado turbio.
El último día que estuvimos en nuestro nuevo pueblo, pudimos disfrutar de sus fiestas patronales, conocidas como la Maruxaina.
Después de los fuegos artificiales (que han sido los mas bonitos que he visto en mi vida), apareció la figura de la sirena en un barco escoltada por otros dos o tres botes a remos, tras bajarla entre los marineros del pueblo, la pasearon por todos los rincones hasta que llegó a la plaza, donde tuvo lugar una representación de bailes regionales.Después pudimos disfrutar de una queimada organizada por el ayuntamiento, donde pude comprobar lo buenisima que está esta bebida.
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